(El certero análisis sobre la política local del reconocido periodista:)
Cuentan los viejos habitués de una paqueta confitería de los alrededores de la Municipalidad , que el conflicto desatado por Marcelo Artime y los trabajadores municipales deja al descubierto una inédita trama de corrupción. El Presidente del Concejo Deliberante se habría gastado todo ese dinero en asuntos personales, y no habría manera de reponerlo. Un conocido ex concejal afirma a los cuatro vientos “-Artime confesó a los suyos que ese dinero no está, y ahora hay que apechugarla como se pueda, aunque eso signifique conflictos gremiales.-". Es por eso que voces cercanas al radicalismo no dudarían en proponer el juicio político a Artime. Allegados a Acción Marplatense dijeron a este medio que van a tratar de sostener a Artime “lo mas que se pueda”, pero si la presión proveniente de los sectores que habitualmente imponen la agenda de la ciudad lo piden, “podríamos dar un discreto paso al costado, y dejarlo a su suerte”. Sin embargo, desde los más altos ámbitos provinciales se estaría sosteniendo en las últimas horas que no sería raro que se auxilie a Artime de alguna manera, “tal vez dándole un cargo en alguna secretaría, alguna dependencia que lo ayude a salir del mal momento y lo resguarde mientras vemos cómo resolver el problema central”. Un habitual recorredor de los laberínticos pasillos de Luro e Hipólito Yrigoyen es terminante: “si no se lo rescata, las horas de Artime están contadas”, nos confesó, y ya habría más de un fiscal estudiando la posibilidad de que la Justicia actúe de oficio. En todo esto, la opinión de la gente, que aún no se ha pronunciado al respecto, será determinante. “Artime no sobrevive al enojo popular”, sostuvo un ex integrante del gabinete municipal, hoy enfrentado a la conducción de Pulti. Es por eso que ya nadie niega la versión de que el mandamás municipal le habría retirado el apoyo y no le atendería el teléfono. El virtual número tres de la ciudad tendría todo listo para tomarse unas vacaciones sin final definido en un populoso balneario de algún país limítrofe, hasta que los nubarrones –tal vez- se disipen.