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La familia unida, como debe ser. Si nadie vino de China o de por ahí, no hay nada que temer |
Es por eso que los infectólogos a los que nadie escucha, además de todos esos otros expertos ninguneados, como tarotistas, preparadores físicos y mulberghers, aquellos que en silencio debieron apelar a los medios sensacionalistas para hacer oír su voz acallada en los más prestigiosos foros científicos del orbe, lograron hacerse oír y ahora pronostican con certeza que, pese a ser renovada indefinidamente, la cuarentena terminará el día en que, casi sin darnos cuenta, la indignación por la cantidad de días que llevemos aislados importará más que la cifra de muertos por coronavirus. Ese día habrá triunfado la libertad plena y despojada de premisas políticas. No debemos caer en el sensacionalismo de una cifra mortuoria. No es justo tirarse muertos entre uno y otro bando. Ya sabemos la cantidad de gente que muere de muchas otras cosas. Bueno, ahora se agregó una más y no es justo que el mundo deba frenar su desarrollo por eso. El coronavirus está entre nosotros, y cuando la cifra de muertos diaria salga perdida en un noticiero y no sepamos si es esa cifra, o la temperatura, o la deuda externa, le habremos ganado una nueva batalla a la opresión.
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